Hay heridas que no se ven. Golpes que no dejan morados, pero que se quedan tatuados en el alma.
Palabras que se clavaron en la infancia, y años después, siguen decidiendo cómo pensamos, sentimos y reaccionamos.
El abuso psicológico en la niñez no termina cuando uno crece. Al contrario, muchas veces es en la adultez donde más se siente su peso.
Lo vemos en los miedos que no entendemos, en la necesidad constante de aprobación, en el autosabotaje, en los vínculos que nos dañan y no sabemos soltar.
Y lo más doloroso es que muchos ni siquiera saben que están heridos.
Perspectiva psicológica: lo que no sanas, lo repites
Según estudios de la American Psychological Association, el abuso emocional en la infancia puede dejar secuelas profundas:
- Baja autoestima crónica
- Dificultad para confiar o poner límites
- Ansiedad constante o ataques de pánico
- Tendencia a relaciones tóxicas o dependencia emocional
La psicóloga Susan Forward llama a estas personas “niños heridos en cuerpos de adultos”. Viven con culpa, miedo o vergüenza, repitiendo en silencio patrones que aprendieron desde pequeños.
Historia basada en hechos reales
Mi esposo creció en un entorno donde nunca fue validado. Su madre era autoritaria, fría, incapaz de mostrar afecto. Lo criticaba constantemente, lo humillaba delante de otros, le hacía sentir que nunca era suficiente, y a los 12 años finalmente lo abandono, dejandolo solo en la calle donde tuvo que luchar entre la pobreza para sobrevivir.
Ya de adulto, era un hombre noble, trabajador, responsable… pero cargaba con una tristeza silenciosa. Tenía problemas para expresar emociones, para relajarse, para sentirse en paz.
Cada error lo vivía como un fracaso personal. Cada discusión lo devolvía emocionalmente a su infancia.Lo amé profundamente. Pero a veces sentía que no podía llegar a su corazón, como si hubiera una muralla invisible construida desde niño.
Nunca culpó a sus madre. Pero dentro de él habitaba el niño que aún esperaba ser visto, escuchado, valorado.
Y aunque hicimos grandes avances juntos, sé que muchas heridas se llevo al morir, sin poder sanarlas del todo.
En la cultura hispana: “Eso no es para tanto”
En nuestras culturas muchas veces se minimiza el abuso psicológico. Frases como:
“A mí me criaron con mano dura y salí bien.”
“No seas tan sensible.”
“Eso no fue abuso, fue por tu bien.”
Pero educar no es humillar. Corregir no es herir. Amar no es controlar.
La herencia emocional que dejamos en nuestros hijos marca generaciones enteras. Y lo que hoy minimizamos como “carácter fuerte” puede convertirse en trauma silencioso mañana.
Perspectiva espiritual: Dios no quiere que vivas roto
El Salmo 147:3 dice:
“Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.”
Dios no solo quiere salvar tu alma. También quiere restaurar tu historia, tu mente, tu dignidad.
Jesús nunca pasó por alto el dolor. Tocaba, lloraba, escuchaba. No decía “supéralo”, decía “Levántate… tu fe te ha sanado.”
No estás solo. Tu historia no termina en la herida. En Dios hay restauración. Pero también hay un llamado: buscar ayuda, hablar, sanar.
Claves para comenzar a sanar heridas de abuso emocional
- Reconoce tu historia sin minimizarla. Lo que viviste importa.
- Habla con alguien de confianza o con un terapeuta.
- Escribe lo que sientes. Ponerlo en palabras libera.
- Ora y pídele a Dios que sane no solo lo que pasó, sino lo que quedó.
- No tengas miedo de poner límites. Amar también es protegerse.
Reflexión final
No es tu culpa lo que viviste. Pero sí es tu responsabilidad sanarte.
No por los que te hirieron. Sino por ti. Por tu paz. Por tu futuro.
Y porque el niño que fuiste aún espera ser rescatado… por el adulto que eres hoy.
“La herida no fue tu elección. Pero la sanación sí puede serlo.”
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Fuentes utilizadas
- Susan Forward – Padres Tóxicos
- American Psychological Association – www.apa.org
- La Biblia – Salmo 147:3, Marcos 5:34