Una reflexión especial para el Día de las Madres
Ana llevaba años orando por su hijo. Desde que él se desvió del camino, se había vuelto rebelde, distante, con malas amistades, y ya no quería saber nada de Dios. Muchos le decían: «Ríndete, ya no hay nada que hacer». Pero ella, en silencio, cada noche se arrodillaba en el mismo rincón, con una fe que traspasaba el dolor.
—Señor —decía—, yo no tengo el poder de cambiar a mi hijo, pero Tú sí. Aunque no lo vea, creo que estás obrando.
Los años pasaron. Había días de esperanza y otros de lágrimas. En una ocasión, su hijo fue arrestado por estar en el lugar equivocado. Fue ahí donde tocó fondo. En esa celda, recordó las oraciones de su madre, los abrazos, las veces que le decía: «Dios tiene planes contigo». Por primera vez en mucho tiempo, se quebró… y oró.
Meses después, fue liberado, y lo primero que hizo fue buscar a su madre. La abrazó con fuerza, llorando como un niño y le dijo:
—Tus oraciones me alcanzaron, mamá. Nunca dejaste de creer en mí… ni en Dios.
Versículos que celebran la fe de una madre
Lucas 18:1 (paráfrasis):
Jesús enseñó que siempre debemos orar y no rendirnos, como esa mujer que insistía ante el juez sin cansarse.
Proverbios 31:28-30 (adaptado):
Sus hijos se levantan y la llaman bendita. Muchas mujeres han hecho el bien, pero tú las superas a todas. El encanto es engañoso y la belleza es pasajera, pero la mujer que honra al Señor será digna de alabanza.
2 Timoteo 1:5 (resumido):
La fe sincera que vivió primero en tu abuela y luego en tu madre, ahora vive también en ti.
Reflexión especial para las madres
Ser madre no es solo cuidar y dar. Es amar cuando duele, orar cuando nadie más lo hace, esperar en silencio, y creer aún cuando los demás pierden la fe.
Una madre con fe no se detiene ante la rebeldía, el cansancio o las malas noticias. Ella toca el cielo con cada oración, confiando que, tarde o temprano, Dios hará florecer lo que sembró con lágrimas.
Conclusión para el Día de las Madres
A ti, madre de oración, que quizás aún esperas el regreso de un hijo, que vives con el corazón en las rodillas, que siembras esperanza donde otros ya se dieron por vencidos… no estás sola. Dios ve tus lágrimas y recoge cada oración.
Nunca subestimes el poder de tu fe. Porque cuando una madre ora, el cielo se abre, y el amor de Dios se mueve.
La fe de una madre puede tocar el cielo… y traer el milagro a casa.